2 de octubre de 2011



Parece que en las últimas semanas el protagonismo de las protestas ciudadanas ha recaído sobre las fuerzas de seguridad y sus más que dudosas maneras de aplicar las leyes. Tanto es así, que el motivo principal de cada movilización, las consignas o el mensaje que se quiere hacer llegar tanto a los medios como a los responsables de la situación que vivimos, queda siempre prisionero en una telaraña de acusaciones de "secuestros", "tortura policial", vídeos, o testimonios y análisis de la algarada, realizados unas veces por parte de personas suficientemente acreditadas para hacerlos, otras no tanto.

El mal empleo de la fuerza, los porrazos aleatorios, las detenciones de viandantes ajenos a cualquier chilindrón y, últimamente, la censura y el maltrato a periodistas que cubren la información lo mejor que pueden, han transformado la imagen de la policía, de cuerpo integrado por ciudadanos que sirven a sus vecinos, a apéndice armado que se decica a ejecutar las órdenes que vienen de arriba (ya sea la delegada del Gobierno en Madrid, Felip Puig, o el candidato Rubalcaba), por muy contrarias que estas sean a la justicia, las leyes correspondientes, o el más primario sentido común.

La cosa ha degenerado hasta tal punto que incluso una reportera de Interlobotomía aseguraba estar viviendo una situación de violencia policial injustificada en plena movida por las calles aledañas a la Puerta del Sol. Para estupor del presentador y los tertulianos, Patricia Sánchez insisitió un par de veces hasta que pudo contar la historia, a lo que contestaron que "debía ser una maniobra preventiva para evitar males mayores". Teniendo en cuenta que se han bombardeado naciones enteras con la coartada de la prevención, debe ser que unas hostias por la calle Carretas tampoco importan demasiado...

El asunto es que la misma confusión que reina en las calles ha tomado las riendas de las plataformas que participan en cada concentración, llámense asambleas vecinales, Juventud Sin Futuro, #acampadabcn o DRY Vigo... Si uno se da un paseo por las distintas webs, da la sensación que las principales reclamaciones y denuncias han quedado borradas entre antidisturbios, porras, insultos, solicitudes de identificación, detenciones, torturas y heridos.

No hace ni dos semanas, aparecía la noticia de una juez que se disponía a procesar a dos mossospor castrar (hablando pronto y claro) a una persona que en principio parecía sospechosa. Dado que hay indicios de delincuencia por parte del sargento y el agente encargados de semejante brutalidad, la abogada del denunciante solicita prisión y pide que se les condene por delitos contra la integridad moral, lesiones y abuso de autoridad. Los hechos ocurrieron en 2008, y el proceso se abre ahora.

Es decir, que si se llevan a cabo denuncias, como es el caso del fotógrafo agredido en las últimas grescas, probablemente no se abrirán diligencias, si es que se abren, hasta años más tarde. Y esto nos sitúa en una disyuntiva: por un lado, que la lucha legal contra los abusos policiales no debe parar mientras continúen los abusos, teniendo en cuenta que esa lucha va para largo. Por otro, que las plataformas ciudadanas, webs, blogs, etc... no deberían caer en las arenas movedizas del entramado violencia- policía- políticos, que sirve para enterrar sus principales objetivos y confundir al respetable sobre la naturaleza de los verdaderos culpables.

Más dañinos que los policías son, en conjunto, los medios y sus mentiras. Cuando surgieron asambleas vecinales en Argentina, tuvieron claro que uno de los principales objetivos era acabar con el poder mediático. ¿Cómo serían tratadas ésas cargas indiscriminadas en una canal libre del dinero de las grandes empresas o el poder de los Gobiernos? ¿Cuánto se prolongarían, de conocer los ciudadanos cada ilegalidad, cada abuso de autoridad que deba ser penado por los tribunales?

 

 

En Inglaterra y EEUU, cunas de las agencias de rating y otros gángsters financieros globales, se estudian posibilidades como instaurar la ley marcial, cerrar redes sociales, aplicar penas desproporcionadas (otra vez de manera preventiva), creación de un servicio militar civil para familias que viven en zonas condenadas por el paro y la miseria, y el toque de queda en ciudades donde elgamberrismo juvenil, dicen, campa por sus respetos.

Gracias a los medios, y no a las fuerzas de seguridad, todo esto será posible. No ha sido la policía la encargada de cambiar las leyes, ni la culpable de llevarnos hacia una situación de dictadura de facto. Cuando se escuchan opiniones, como es el caso de la FOX, que tachan de nazis a los niños asesinados en Oslo o que recomiendan la utilización de francotiradores en los disturbios, cualquier cosa se puede esperar de los encargados de deslizar esos guiones, jefes de prensa y demás mamporreros mediáticos, que conocen de sobra el más que decisivo papel a la hora de retorcer la realidad, difamar, manipular y provocar más violencia de unos mainstream que ellos mismos controlan.

Para un altísimo porcentaje de la población, la verdad siguen siendo todas esas mentiras. Lo que la TV diga, lo que su diario, en la rama tendenciosa que toque, le cuente en el desayuno, o aquello con lo que el radiopredicador de turno insista una y otra vez en su homilía diaria.

Este es otro de los grandes poderes a transformar. Si la información que se halla en la Red encontrara su camino en los medios tradicionales y los ciudadanos que no usan el PC pudieran llegar a escuchar, leer o ver con sus propios ojos las pruebas irrefutables del cinismo, el robo y la psicopatía de unos poderes que les tratan como a idiotas, el cambio que reclamamos llegaría mucho más rápido y los enganches con la policía pasarían rápidamente al segundo plano que deben ocupar.

Aquí se puede acceder a la Nueva Ley de Medios de Argentina, demandada por las asambleas, asociaciones y plataformas ciudadanas que allí luchan por recuperar la dignidad:

 

Nueva Ley de Medios, punto por punto.

 


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